Círculo vicioso

Círculo vicioso

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Círculo vicioso

Cuando en 2007 estalló la crisis era difícil adivinar que esta se iba a convertir en un fenómeno global cuyo impacto se iba a seguir notando un lustro después. Y es que esta es una crisis en episodios. Comenzó siendo una crisis financiera y derivó hacia una recesión prácticamente global que desencadenó la aplicación masiva de políticas económicas, tanto fiscales como monetarias, que nos hicieron recuperar la ilusión en 2010, tras comprobar que los países conseguían marcar registros positivos de crecimiento de PIB. Pero la alegría, como dice el dicho, dura poco en la casa del pobre. En 2010 comenzó a cuestionarse la posibilidad de que el endeudamiento de Grecia estaba descontrolado. Es decir, que como prestamista no tenía sentido seguir dotando de fondos a un país que prácticamente había entrado en un esquema tipo Ponzi. Ello puso en el disparadero a un conjunto de países, entre los que se encuentra España, que, si bien no son directamente comparables, han comenzado a sufrir el azote de los mercados al tener que pagar unas primas muy elevadas para poder endeudarse. Y es que, en el caso de España, la problemática es clara. Las perspectivas de crecimiento son bajas en el corto plazo y si no creces no generas ingresos para pagar los intereses y ello implica seguir pidiendo crédito. Y claro, sólo están dispuestos a prestarnos a tipos cada vez más elevados.

La pregunta que me imagino que estarán haciéndose es si no existe alguna forma de impulsar el crecimiento como medida que podría aplacar a los mercados. Lamentablemente la respuesta es que no. Así de duro. Las posibilidades de política fiscal están agotadas, en parte porque los esfuerzos realizados en la materia han sido muy elevados y además la capacidad de endeudamiento ha llegado al límite como ya hemos indicado en el párrafo anterior. De hecho, estamos entrando en lo que algunos han comenzado a denominar como la "era de la austeridad". Porque no nos engañemos, las medidas que escuchamos en los medios de comunicación son medidas de carácter estructural o, cuando menos, medidas cuyos efectos beneficiosos se percibirán a medio plazo. La única posibilidad a corto consistiría en una actuación coordinada a nivel europeo, de forma que el BCE impulsase una política expansiva logrando de esta manera una depreciación del euro, junto con la aplicación de una política fiscal expansiva por parte de Alemania que a día de hoy tiene margen suficiente. Esto podría aliviar a los países periféricos, pero es ciencia ficción. Porque no hay más que ver la actuación de los países de la zona euro durante el último año y medio, y comprobar que los mecanismos de gobernanza del área no son suficientemente sólidos para afrontar el momento que vivimos. Como consecuencia de ello vivimos un momento de confusión que en el que las decisiones se toman para después matizarlas o incluso no aplicarlas, generando una incertidumbre que hace que los agentes económicos no puedan formar adecuadamente expectativas y ello se traduce en ralentización económica. Una ralentización que podría llevarnos incluso a la recesión. Pero todavía estamos a tiempo de escribir la carta a Olentzero o los Reyes!

*Este es un análisis del Departamento de Estudios de Caja Laboral. Una vez al mes contaremos con su punto de vista sobre diversos temas económicos de actualidad.


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